Educación Liberal y Sus Críticas Posmodernas

Por Stephen R. C. Hicks, Ph.D.

Traducido al Español por Fermin Elizalde, 2020. (Original English.)

Stephen R. C. Hicks es Profesor en Filosofía en la Universidad de Rockford. Su libro más reciente es Explicando el Postmodernismo: Escepticismo y Socialismo Desde Rousseau a Foucault (Ockham’s Razor, 2011).

Es una obviedad decir que la educación está politizada. Sin embargo, mi objetivo aquí es mostrar que las batallas politizadas por la educación no se tratan principalmente de política sino de filosofía. Las batallas políticas toman temperatura, no sólo porque es alto lo que está en juego en la práctica, sino porque afirman o niegan filosofías enteras de vida.

¿Cuál es la misión de la educación? Como maestros, nuestro objetivo es desarrollar en los chicos el conocimiento, el carácter y las habilidades necesarias para una vida exitosa como adultos. Eso nos lleva directamente a la filosofía. Si la educación se trata de conocimiento, entonces, ¿qué cuenta como conocimiento, en lugar de simplemente tener una opinión o una hipótesis? ¿Cómo se adquiere? ¿Por observación? ¿Razonamiento? ¿Misticismo? ¿Fe? ¿O es imposible el conocimiento? La epistemología es esencial para la educación.

Si la educación se trata del carácter y la preparación para una vida exitosa, entonces, ¿Qué es un buen carácter y qué es una vida exitosa? ¿Qué rasgos son virtudes y cuáles son vicios: el orgullo o la humildad,  la honestidad o la mentira, la moderación o la glotonería? ¿Se pueden enseñar esas cosas, y si es así, cómo? ¿Y qué valores hacen una vida exitosa: el amor, la riqueza, la salud, la sabiduría? La ética también podría también ser esencial.

Si la educación es desarrollar seres humanos adultos, ¿qué significa eso? Somos racionales pero también emocionales: ¿son esas dos cualidades armoniosas o están en conflicto? Tenemos necesidades y capacidades físicas, así como psicológicas: ¿cómo se relacionan nuestras mentes y cuerpos? Estamos sujetos a restricciones biológicas y condicionamiento ambiental, pero ¿también tenemos una capacidad volitiva para dar forma a nuestras propias vidas? Las preguntas filosóficas de la naturaleza humana también son esenciales.

Y si la educación es capacitar a los jóvenes para que dejen el mundo protegido de la guardería y la escuela y entrar plenamente en el mundo real, entonces ¿qué es esa realidad? El mundo real está formado por humanos, otros animales y tecnologías, y más allá de eso, por ecosistemas y sistemas climáticos y sistemas solares y galaxias. Más allá de esos sistemas naturales, ¿existe también una realidad sobrenatural de los dioses o de Dios? La metafísica también es fundamental para la educación.

Se han dado muchas respuestas a esas muchas preguntas. Las más influyentes en educación han sido las de los filósofos más influyentes de la historia: Platón, Agustín, Locke, Kant y otros.

A grandes rasgos, la historia de la educación se puede dividir en tres épocas: la era pre-moderna, anterior a 1500 aproximadamente, en la que dominaba un modelo tradicional de educación; la era moderna de los últimos siglos, en la que el modelo de educación liberal llegó a dominar; y ahora nuestra era posmoderna de duras críticas a los modelos de educación tradicional y liberal.

El posmodernismo rechaza fundamentalmente el modernismo y el premodernismo, así que comencemos por contrastar la educación moderna liberal y premoderna tradicional.

Moderna vs. Premoderna

A principios del mundo moderno, las batallas por la educación comenzaron como una reacción contra las prácticas tradicionales que a menudo eran autoritarias y distantes de los temas prácticos. Se enseñaban verdades aprobadas y se censuraban las falsas. Los estudiantes escuchaban, repetían y obedecían sin cuestionar. La revolución de la educación moderna hizo hincapié en la practicidad secular, la independencia de juicio, la experiencia y la razón, la libre expresión y el juego como claves para el aprendizaje. Consideremos a Michel de Montaigne en “On the Education of Children” (1575):

Si él [el estudiante] adopta las opiniones de Jenofonte y Platón por su propio razonamiento, ya no serán de ellos sino suyas. Quien sigue a otro no sigue a nada … La verdad y la razón son comunes a todos los hombres, y no pertenecen más al hombre que las pronunció por primera vez que al que las repitió después de él.[1]

La reivindicación de la independencia que hace Montaigne es sorprendente, especialmente en contraste con la visión de que seguir la autoridad – fueran Las Escrituras, los textos clásicos o las instituciones establecidas – era lo considerado adecuado.

Una generación más tarde, en 1597, Francis Bacon proclamó que “El conocimiento es poder”.[2] Bacon era moderno al enfatizar la practicidad del conocimiento como una herramienta para mejorar la vida en el mundo natural, en contraste con la visión largamente sostenida de que el conocimiento era un fin en sí mismo y de cosas de otro mundo, a menudo irrelevantes para las preocupaciones prácticas.

La carta abierta y ampliamente difundida de Galileo Galilei de 1615 hace la moderna afirmación de que la ciencia y la religión son modos igualmente legítimos de entender la realidad, y que la experiencia y la razón deben tener prioridad sobre la fe y sobre las amenazas de castigo para quienes cuestionan o no creen. “No me siento obligado a creer que el mismo Dios que nos dotó de sentidos, razón e intelecto ha tenido la intención de que renunciemos a su uso y que por otros medios nos dé conocimiento que ya podemos obtener a través de ellos”.[3]

Una generación más tarde llega John Milton (1644) con un rechazo general a la censura:

Aunque todos los vientos de la doctrina se dejaran sueltos para jugar sobre la tierra, de modo que la Verdad estuviera presente, al intentar permitir o prohibir estamos dudando de su fortaleza. Permitamos que ella y la Falsedad luchen; ¿quién vio alguna vez a la Verdad quedar mal parada en un encuentro libre y abierto?[4]

Publicaciones y discusiones abiertas por cualquiera y por todos – ese es un método sorprendentemente moderno, especialmente en contraste con la postura de larga data de que el error debe ser censurado y que sólo las verdades aprobadas por la autoridad deben permitirse circular públicamente. Estas tendencias se integran una generación más tarde en la filosofía de John Locke y se aplican en Some Thoughts concerning Education (Algunos Pensamientos sobre la Educación). Locke agrega que el aprendizaje debe ser un placer que se persigue libremente:

Debe tenerse mucho cuidado en que [la educación] nunca se transforme en un negocio, ni tampoco como un deber. Como dije, nosotros naturalmente, incluso desde nuestras cunas, amamos la libertad y, por lo tanto, tenemos una aversión a muchas cosas por ninguna otra razón más que porque nos son impuestas. Siempre he tenido la fantasía que el aprendizaje se convierta en un juego y una recreación para los niños.[5]

Los comentarios de Locke son sorprendentes en el contexto de una larga historia de ver la educación como un deber doloroso asumido porque las autoridades lo han decretado.

Desde Bacon en 1597 hasta Locke en 1690 es un siglo revolucionario de ideas modernas desplazando a ideas ortodoxas. En las revoluciones, los debates están polarizados y el riesgo de caricaturizar al oponente es alto. Así que veamos el otro lado, comenzando con el filósofo de la educación más influyente de la historia. En Platón, encontramos muchos temas premodernos de educación proto-autoritaria con bases filosóficas.

Sobre la libertad en la educación, Platón cuenta el mito de Gyges[6], sobre el pastor que encontró un anillo mágico que le permitió volverse invisible y que usó ese poder para robar, violar y asesinar. La moraleja de la historia es que la naturaleza humana tiende a la maldad, y que los humanos naturalmente abusan de la libertad. En consecuencia, la educación debe imponer disciplina y usar el castigo para corregir la tendencia humana hacia el mal.

Sobre el juego y el placer en la educación, en la famosa alegoría de la caverna de Platón[7], Sócrates enfatiza el lenguaje de la compulsión, el dolor y el deber. Los ignorantes aprendices encadenados en la cueva no inician el proceso de educación. En cambio, se ven obligados a levantarse, forzados a girar hacia la luz de otro mundo, y su ascenso es doloroso.[8]

También en La República se encuentra el argumento influyente de Platón a favor de la censura en la literatura, la música y las artes. El educador Platónico retoma la “antigua disputa entre filosofía y poesía”[9] y afirma el dominio de la imposición estatal sobre la filosofía.

Los niños deben estar expuestos sólo a material bueno y protegidos de lo malo. Sin embargo, mucho del material de Homero, Aristófanes y otros retratan a los dioses y héroes como inmorales y ridículos. Por lo tanto, la censura debe ser vigorosa. En Laws (Leyes), encontramos un argumento platónico para la regulación de los juegos infantiles para entrenarlos a obedecer estrictamente las leyes. El Extranjero Ateniense (The Athenian Stranger) dice:

Existe en todos los Estados una completa ignorancia sobre los juegos infantiles: el modo en que tienen una importancia decisiva para la legislación, ya que determina si las leyes promulgadas serán permanentes o no. Porque cuando el programa de juegos se prescribe y asegura que los mismos niños jueguen siempre los mismos juegos y se deleiten con los mismos juguetes de la misma manera y bajo las mismas condiciones, permite que las leyes reales y serias también permanezcan intactas.[10]

Del modo en que Sócrates y el Extranjero hablan por Platón, este es el modelo de educación que sigue: Los niños deben aprender: (1) a seguir las reglas, especialmente las reglas hechas por otros y hechas en el pasado, y no cambiar las cosas, (2) disciplinas impuestas, (3) obediencia, (4) censura y (5) educación como un deber doloroso. Estos puntos de Platón a menudo se formulan como preguntas y son formulados por el semi-ficticio Sócrates y otros, sin embargo, los educadores los aplicaron de manera más o menos consistente, tanto en formas religiosas como seculares, durante dos milenios.

Una reacción Contra-Liberal

La revolución moderna en educación alcanzó la madurez intelectual con las figuras representativas Montaigne, Bacon, Galileo, Milton y Locke en el largo siglo XVII. Pero la revolución no fue decisiva para toda Europa, ya que se organizó una contrarrevolución en los estados alemanes, especialmente en Prusia.

Immanuel Kant escribió sobre educación un siglo después de Locke y era muy consciente de la educación liberal  Lockeana. Sin embargo, Kant utilizó su poderoso intelecto para atacarlo sistemáticamente. Locke había enfatizado la automotivación y la libertad de los niños para perseguir sus propios intereses. Kant no estuvo de acuerdo: los niños deben actuar por deber, no por inclinación:

A menudo se escucha decir que debemos poner todo ante los niños de tal manera que lo hagan por inclinación. En algunos casos, es cierto, todo esto está muy bien, pero hay muchas más cosas que debemos colocar ante ellos como deber. Porque en el pago de tasas e impuestos, en el trabajo de la oficina, y en muchos otros casos, debemos ser guiados, no por inclinación, sino por deber. Aunque un niño no pueda ver la razón de un deber, es mejor que se le receten ciertas cosas de esta manera.[11]

Locke argumentó que comenzamos como tabula rasa y nos convertimos en buenos o malos por nuestras elecciones. Kant reafirma una versión del Pecado Original: “la historia de la libertad comienza con la maldad, porque es obra del hombre“.[12] Y como no debemos repetir la desobediencia de Eva y Adán en el Jardín del Edén, la obediencia debe ser lo primero. “Sobre todo, la obediencia es una característica esencial en el carácter de un niño, especialmente de un niño o niña de escuela”.[13]

El énfasis de Kant sobre la obediencia fue influenciado por Johann Georg Sulzer, el principal teórico de la educación en los estados alemanes. En 1748, Sulzer declaró su tesis fundamental de esta manera: “La obediencia es tan importante que toda educación no es otra cosa que aprender a obedecer”. Sulzer explica:

Sin embargo, no es muy fácil implantar la obediencia en los niños. Es bastante natural que el alma del niño quiera tener voluntad propia, y las cosas que no se hacen correctamente en los primeros dos años serán difíciles de rectificar a partir de entonces. Una de las ventajas de estos primeros años es que se puede usar la fuerza y la compulsión. Con los años, los niños olvidan todo lo que les sucedió en la primera infancia. Si sus voluntades pueden romperse en este momento, nunca recordarán después que tenían voluntad propia.[14]

Gran parte de Kant en educación se lee como una glosa sobre Sulzer. Sin embargo, ¿cómo aprenderán los alumnos la obediencia dado su natural desenfreno? Los niños a menudo serán desobedientes: “Toda transgresión en un niño es una falta de obediencia, y esto conlleva un castigo”.[15] Kant luego presenta una taxonomía de las desobediencias y los castigos correspondientes.

Nuevamente tenemos un contraste sorprendente con el enfoque liberal, como lo expresó Locke: “Soy muy propenso a pensar que una gran severidad en el castigo hace muy poco bien; y más bien, un gran daño en la educación… ceteris paribus, aquellos niños que han sido más castigados, rara vez se convierten en los mejores hombres”.[16]

Por lo tanto, tenemos hasta ahora, con un alto nivel de abstracción, un debate bidireccional entre un sistema pre-moderno de filosofía educativa, con defensores que se extienden a lo largo de los siglos desde Platón hasta Agustín y Kant, y una filosofía educativa liberal moderna con sus raíces también en los antiguos pensadores pero desarrolladas sistemáticamente en las generaciones que van desde Montaigne a Galileo y a Locke.

La posmodernidad es un rechazo fundamental tanto de lo moderno como de lo premoderno. En consecuencia, rechaza tanto la educación autoritaria tradicional como la educación liberal y llama a una tercera opción distinta.

Un elemento posmoderno es cognitivo: si el conocimiento se logra a través de métodos racionales o no racionales (¿pero qué pasa si el conocimiento es un mito y sólo prevalecen las historias subjetivas?). Otro elemento es el ético: si el valor objetivo se encuentra en esta vida o en una vida futura (¿pero qué pasa si no existen valores objetivos y todo es poder amoral?). Otro elemento es sobre la identidad humana, ya sea que los individuos estén definidos por un alma dada por Dios o por las elecciones independientes que toman (¿pero qué pasa si la individualidad es un mito y nosotros somos construcciones sociales?). Y otro elemento es político: si la educación debe preparar a uno para asumir el lugar en una jerarquía o para una vida libre y responsable (¿pero qué pasa si se rechazan la jerarquía y la libertad y se sustituyen por la igualdad radical?). La mayoría de los debates filosóficos son batallas de tres bandos, y el posmodernismo afirma una tercera posición consistente.

Muchos desarrollos filosóficos en los últimos dos siglos alimentaron el surgimiento de la posmodernidad, incluída la teoría de explotación del fuerte contra el débil de Karl Marx[17], la política de poder de perspectiva de Friedrich Nietzsche[18], la asimilación pragmática del individuo al grupo de John Dewey[19], y la ansiedad emocional, temor e inquietud de Martin Heidegger y los otros existencialistas[20] (Ver mi Explicando el Posmodernismo: Escepticismo y Socialismo de Rousseau a Foucault, para la historia intelectual).[21]

Supongamos que tomamos el orgullo de la modernidad en su compromiso con la libertad para los individuos, con extender el sufragio y eliminar varias barreras sociales arbitrarias. Los posmodernistas niegan esto — para cualquier persona que no es blanca, hombre o étnicamente anglosajona. Como Henry Giroux lo expresa:

Dentro del discurso de la modernidad, el Otro no sólo a veces deja de ser un agente histórico, sino que a menudo es definido dentro de teorías totalizadoras y universalistas que crean un sujeto trascendental racional, blanco, masculino, eurocéntrico que ocupa los centros de poder, al mismo tiempo que parece existir fuera del tiempo y del espacio.[22]

Contra la afirmación del modernismo de que el capitalismo ha generado mucha riqueza y ha extendido la libertad y los derechos de propiedad, los posmodernos argumentan que Rousseau y Marx tenían razón: nuestro sistema económico está dominado por un pequeño grupo de ricos en la cima que usan la riqueza de la sociedad para beneficiarse a expensas de otros. Los modernistas cuentan una noticia positiva sobre tecnologías innovadoras: aviones, máquinas de rayos X, antibióticos, computadoras, etc. Pero los posmodernos responden que los dispositivos militares de alta tecnología se usan para exterminar o amenazar a otros, y que nuestros autos, calefacción central y aviones están arruinando el medio ambiente. Las tecnologías y otras innovaciones sirven al poder, y el mundo moderno se está autodestruyendo.

Muchos posmodernos afirmarán que el énfasis de los modernos en la razón, la experimentación y el análisis es simplemente una forma de pensar. Quizás los hombres blancos son competentes, pero no deberíamos exigirles a todos que piensen como hombres blancos. La ciencia del modernismo es un imperialismo intelectual que eclipsa otros conocimientos humanos. Penny Strange, por ejemplo, espera “un escape de la ciencia patriarcal en la que la conquista de la naturaleza es una proyección del dominio sexual”.[23]

El individualismo moderno, argumentarán los posmodernos, enmascara el conflicto grupal en curso. Los seres humanos están identificados culturalmente: sus antecedentes económicos, roles de género aprendidos, agrupaciones raciales y el formato de sus entornos tecnológicos. En consecuencia, los humanos no son fundamentalmente individuos, sino que se disuelven por las fuerzas de la modernidad – lo que Fredric Jameson llama “la muerte del sujeto”[24] — por lo que la retórica modernista sobre ser nosotros mismos y pensar de forma independiente es un fraude utilizado para cubrir conflictos grupales.

Finalmente, los posmodernos atacan el énfasis del modernismo en la objetividad y en la competencia de la razón. Los afirmaciones de la razón son un fraude. En la formulación de Foucault: “No tiene sentido hablar en nombre o en contra de la Razón, la Verdad o el Conocimiento”.[25] Los posmodernistas argumentan que las afirmaciones modernistas sobre la razón han demostrado ser fatalmente defectuosas, del mismo modo que las afirmaciones sobre el misticismo y la fe en la temprana era premoderna.

En cambio, la “verdad” es una verdad cínica de que el mundo está realmente gobernado por el poder y el conflicto. En lugar de la historia de progreso con final feliz que los modernistas quieren contar, el mundo es una serie continua de batallas de suma cero: ganadores versus perdedores, este grupo versus ese grupo, luchas de poder amoral, y así sucesivamente.

Revolución en la Educación del Posmodernismo

¿Cuáles son las implicaciones del posmodernismo para la educación? Frank Lentricchia lo expresa sin rodeos: la posmodernidad “no busca encontrar el fundamento y las condiciones de la verdad, sino ejercer el poder con el propósito de un cambio social”.[26] El mundo de la educación posmoderna es una lucha por el poder, y todos los participantes deben entrar en ella. Chandra Talpade Mohanty enfoca el punto sobre las mujeres y los pueblos del Tercer Mundo: la academia y el aula son sitios políticos y culturales que representan concesiones y luchas sobre el conocimiento por parte de grupos sociales con poderes diferentes. Los maestros y estudiantes producen, refuerzan, recrean, resisten y transforman ideas sobre raza, género y diversidad en el aula.[27]

Henry Giroux nos recuerda en “La Pedagogía Fronteriza como Resistencia Postmodernista” que ninguna de las ideas en competencia puede reclamar la verdad. El posmodernismo ha rechazado las filosofías pre-modernas amigables con la religión y las filosofías modernas amigables con la ciencia moderna: “Lo hace al negar formas de conocimiento y pedagogía envueltas en el discurso legitimador de lo sagrado y lo sacerdotal; es rechazo a la razón universal como fundamental para los asuntos humanos”.[28]

Pero aún así, según los posmodernistas, el “sujeto trascendental racional, blanco, masculino, euro-céntrico”[29] domina la educación, y al privilegiar a ese grupo se ha perjudicado a otros: “Leído en oposición a este sujeto trascendental euro-céntrico, el Otro es mostrado como carente de tradiciones comunitarias redentoras, voz colectiva o peso histórico”. Esto exige una revolución, una reestructuración institucional de la educación superior, con muchos componentes.

Bajo la educación moderna, una expectativa ha sido que todas las personas, poseyendo una razón, puedan aprender, independientemente de su género, raza u origen étnico, y que una colisión de diferentes perspectivas ayuda a todos a aprender. Pero, argumentan los posmodernistas, la mezcla de grupos dominantes y minoritarios conduce al silenciamiento de las minorías. Por lo tanto, necesitamos campos académicos separados para los grupos sin poder: mujeres, negros, pueblos del Tercer Mundo. Mohanty argumenta que eso respaldará “los intentos (de esos grupos) de resistir la incorporación y la apropiación al proporcionar un espacio para que los pueblos históricamente silenciados puedan construir conocimiento. Estos conocimientos siempre han sido fundamentalmente oposicionistas”.[30]

Otro componente de reestructuración se deriva del rechazo de la educación como una búsqueda de la verdad y su reemplazo por la educación como la formación de activistas sociales y políticos. Siguiendo a Lentricchia, la tarea del educador posmoderno es ayudar a los estudiantes a “detectar, confrontar y trabajar contra los horrores políticos de la época”.[31] El educador luego cultiva la identificación de los estudiantes con los oprimidos, lo que los transforma en revolucionarios. Los Otros oprimidos pueden, en palabras de Giroux, “tanto reclamar como rehacer sus propias historias, voces y visiones como parte de una lucha más amplia para cambiar esas relaciones materiales y sociales que niegan el pluralismo radical.”[32]

La reestructuración avanzada se centra en la formación de maestros. En la transformación posmoderna todo se deriva de la primera transformación de los maestros en trabajadores culturales que, a su vez, transforman a la próxima generación. Por lo tanto, necesitamos rehacer la educación superior principalmente sobre la capacitación de maestros / activistas. La mayoría de los maestros occidentales contemporáneos son blancos, humanistas y heterosexuales, y la mayoría han sido condicionados a pensar en términos de religión pre-moderna o liberalismo científico moderno. Deben volverse críticos auto-reflexivos de sus propias identidades para volverse más sensibles a las formas no blancas, no centradas en los humanos y no heterosexuales de pensar las cosas. Como lo expresa Giroux, “esto sugiere que en la medida en que los maestros hagan problemática la construcción de sus propias voces, historias e ideologías, se vuelven más atentos a las diferencias con los otros como un tema profundamente político y pedagógico”.[33]

El resto de la educación puede entonces remodelarse bajo los parámetros posmodernos:

(1) El plan de estudios es importante, incluidas las decisiones sobre qué textos se leerán y cuáles no.

(2) Las políticas de expresión dentro del aula y en el campus, incluidas las opiniones que se pueden expresar y las que no.

(3) Las invitaciones y desinvitaciones de oradores.

(4) Los métodos para evaluar el desempeño del estudiante, y

(5) Las políticas de contratación de docentes y administradores.

El futuro de la Educación Liberal

Los educadores son a menudo seres humanos pensativos y apasionados, y son sensibles a si una política particular se cohesiona o entra en conflicto con sus compromisos filosóficos. Sin embargo, típicamente esos compromisos filosóficos son implícitos o semi-articulados. Entonces, un propósito de este ensayo ha sido destacar una batalla filosófica de tres vías sobre la educación. He presentado el pre-modernismo, el modernismo y el posmodernismo como tipos idealizados, aunque dentro de esos tipos idealizados hay variaciones y continuos intentos de combinarlos.

Una pregunta abierta es cómo debe proceder la educación dado que tanto la política como los debates filosóficos subyacentes no están resueltos y probablemente nunca lo estén. Sólo responderé en términos de mis propios compromisos con la educación moderna (liberal).

Hay una asimetría de propósito en los tres enfoques de la educación. La educación pre-moderna ha tendido históricamente a caer en un adoctrinamiento autoritario. La educación posmoderna no ha sido diferente, con su adoctrinamiento “políticamente correcto”. Ambas derivan fácilmente de la educación al entrenamiento de meros seguidores y activistas.

Para la educación liberal, el imperativo es diferente. La educación liberal es la educación adecuada para individuos libres. Eso requiere el desarrollo de un juicio individual y la capacidad de acción auto-responsable que respete los derechos de los demás. Todo eso requiere un juicio informado sobre los muchos desafíos de la vida, desde el amor, la amistad y la familia hasta la economía, la religión, la política y la estética. Los librepensadores deben conocer sus propios compromisos y los argumentos a favor de ellos, pero para cumplir bien esos compromisos también deben conocer los argumentos en contra de ellos y los argumentos a favor y en contra de las otras posiciones principales. No hay atajos.

Por lo tanto, la política de la educación debe ser insistir en la verdadera diversidad intelectual tanto en el curriculum como en el profesorado. Los profesores pueden y deben tener algo para profesar. Sin embargo, su primera responsabilidad es garantizar que sus estudiantes estén en condiciones de evaluar de forma independiente lo que se profesa. Cualquier maestro que se auto-respete cubrirá todos los argumentos principales, y cualquier institución educativa que se respete a si misma asegurará la variedad intelectual entre sus profesores. Nuestro único método para avanzar en asuntos de controversia es evitar toda coerción, desde el sutil adoctrinamiento de las mentes jóvenes hasta la intimidación física directa a cualquier persona.

Los educadores liberales deben afirmar, en palabras de Thomas Jefferson, “el derecho libre al ejercicio ilimitado de la razón y la libertad de opinión”.[34]

References

[1] Michel de Montaigne, “On the Education of Children” (1575), http://oregonstate.edu/instruct/phl302/texts/montaigne/montaigne-essays-1.html#II.

2 The full line is “Ipsa scientia potestas est” (“Knowledge itself is power”). Francis Bacon, Meditationes Sacrae (1597).

3 Galileo Galilei, “Letter to the Grand Duchess Christina” (1615).

4 John Milton, Areopagitica (1644).

5 John Locke, Some Thoughts concerning Education (1692).

6 Plato, Republic, 359a-360d. See also Phaedrus 253d-e.

7 Plato, Republic (360 BCE), 515c.

8 In St. Augustine’s religious Platonism, the doctrine of Original Sin parallels the Myth of Gyges, and Augustine’s famous phrase Per molestias eruditio (“True education begins with physical abuse”) parallels Plato’s points about imposed discipline and pain.

9 Plato, Republic, 607b, 386a, 401b, and 595a.

10 Plato, Laws (360 BCE), 797a-d.

11 Immanuel Kant, On Education (1803). Translated by Annette Churton (University of Michigan Press, 1960), Chapter 4, Section 82.

12 Kant, “Speculative Beginning of Human History” (1786). In Perpetual Peace and Other Essays. Translated by Ted Humphrey (Hackett, 1983), 54.

13 Kant, On Education, Section 80.

14 Johann Georg Sulzer, Versuch von der Erziehung und Unterweisung der Kinder (An Essay on the Education and Instruction of Children) (1748).

15 Kant, On Education, Section 83; Kant, Confessions, Book 1.

16 Locke, Some Thoughts concerning Education.

17 Karl Marx and Friedrich Engels, The Communist Manifesto (1848).

18 Friedrich Nietzsche,  Beyond Good and Evil (1886), Section 259.

19 John Dewey, Democracy and Education (1916), 163.

20 See Martin Heidegger on “the fundamental mood of anxiety” [Angst]. “What Is Metaphysics?” The text of Heidegger’s inaugural lecture at the University of Freiburg, 1929.

21 Stephen R. C. Hicks. Explaining Postmodernism: Skepticism and Socialism from Rousseau to Foucault (Scholargy Publishing, 2004; expanded edition, 2011).

22 Henry Giroux, Postmodernism, Feminism, and Cultural Politics: Redrawing Educational Boundaries (1991), http://tinyurl.com/mtw339c.

23 Penny Strange, “It’ll Make a Man of You,” in Michael Kaufman, editor, Beyond Patriarchy (Oxford University Press, 1987), 59.

24 Fredric Jameson, Postmodernism, or, the Cultural Logic of Late Capitalism (Duke University Press, 1991), 15.

25 Michel Foucault paraphrased by Todd May, Between Genealogy and Epistemology (Pennsylvania State University Press, 1993), 2.

26 Frank Lentricchia, Criticism and Social Change (University of Chicago Press, 1983), p. 12.

26 Chandra Talpade Mohanty, “Feminism and the Language of Difference,” chapter 8 of Between Borders: Pedagogy and the Politics of Cultural Studies, edited by Henry A Giroux and Peter McClaren (Routledge, 1994).

28 Henry Giroux, “Border Pedagogy as Postmodernist Resistance,” in Postmodernism, Feminism, and Cultural Politics (1991), 245-246, http://tinyurl.com/mtw339c

29 Giroux, “Border Pedagogy,” 245.

30 Mohanty, “Feminism and the Language of Difference.”

31 Lentricchia, Criticism and Social Change, 12.

32 Giroux, “Border Pedagogy,” 250.

33 Giroux, “Border Pedagogy,” 252.

34 Thomas Jefferson, Letter to Roger Weightman, June 24, 1826.

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